Me dí a la tarea de consultar a cuatro expertos: un
planificador, un caficultor y dos académicos-investigadores sobre el
anuncio de la UNESCO. El auténtico paisaje cafetero fue destruido para
dar paso a un paisaje de artimaña. Estas son sus apreciaciones que,
por supuesto, comparto íntegramente.
Mientras
que las elites gubernamentales, políticas, gremiales y mediáticas
celebraban el anuncio de la UNESCO, tras declaratoria del denominado
paisaje cultura cafetero, un territorio que abarca más de cuarenta
municipios en tres departamentos y dos subregiones del Valle del Cauca y
Antioquia, al unísono la reacción entre ambientalistas, académicos,
investigadores y pequeños caficultores corrió por cuenta de preguntas,
preocupaciones, y un tácito rechazo. El hecho sirvió para refrescar
la memoria e ir directo al grano: el “paisaje” del que hoy se habla
es como un mantel que cubre la degradación ambiental, la miseria, la
violencia y el despojo, según sostiene César Bautista, experto en planificación regional.
“No
debemos olvidar que en este territorio la colonización fue a sangre y
fuego. Esto se ha construido con un costo social inmenso”, admite
Bautista quien advierte que esta declaratoria tiene un tinte
excluyente y distorsionador, porque no solo pondera a priori el papel
de los hacendados cafeteros, quienes amparados en las políticas
productivas impulsadas por la Federación Nacional de Cafeteros, son los
responsables de la destrucción de los ecosistemas, sino que pone una
venda en los ojos a propios y extraños. Esos mismos cafeteros que hoy
sacan pecho son los autores materiales e intelectuales de una larga
cadena de crímenes ecológicos en función de la utilidad económica, la
misma que hoy quieren usufructuar a la sazón del gobierno y Naciones
Unidas, paradójicamente.
Para el profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Ambientales de la Universidad Tecnológica, John Jairo Ocampo,
la determinación puede resultar contraproducente para pequeños
campesinos y caficultores, recordando que este proyecto en sus últimas
fases fue paulatinamente acaparado por la Federación de Cafeteros,
en una clara señal de exclusión institucional. En esa perspectiva,
según el docente, esta declaratoria avivará nuevos riesgos de
desplazamiento, mediante la influencia de proyectos financiados con
recursos del Banco Mundial y BID, como se ha observado en otros países. “Esos recursos no llegaran a los campesinos. Se quedarán en manos de intermediarios y oportunistas”, admite Ocampo.
Sus
observaciones van más allá de advertir sobre las potenciales amenazas
que se puedan derivar de la declaratoria y se pregunta: “¿Patrimonio para quién…para cuál humanidad…cuánta de esa humanidad podrán venir a esta parte de Colombia”?
e insiste que debemos ir más allá de la euforia momentánea, y
enfocarnos en cuáles pueden ser los impactos de aquí en adelante en una
región donde los “los campesinos han sido excluidos
tradicionalmente para impulsar negocios que les beneficien. Ahora, es
posible, que quedemos a merced de oportunistas”. Ocampo no
descarta –como yo- que se genere una nueva oleada de desplazamientos
por cuenta de inversionistas nacionales y extranjeros ávidos de
atrapar el mercado turístico, arruinando a los pequeños operadores. En
los últimos años, la Fiscalía General de la Nación ha venido
adelantado una serie de investigaciones sobre lavado de activos
alrededor de este negocio, y son varias las propiedades a las que el
gobierno les ha declarado la extinción de dominio.
En medio del debate que se avecina, siendo una de las mejores cosas que puedan suceder, es que si bien se anticipa un boom mercantilista,
bajo la supuesta “generación de empleo” (diversas investigaciones
están demostrando que el turismo no ha generado los empleos
proyectados en el papel) es que la determinación de la UNESCO cubre un
departamento, como el Quindío, el cual ha sido declarado – en más de
un 60 % - como territorio minero, y todos sabemos que los mega
proyectos mineros, y en particular la minería a cielo abierto es
depredadora por excelencia. Sin embargo el capital trasnacional,
aupada a la legislación minera, ha puesto sus ojos en el subsuelo
del Archipiélago de San Andrés y Providencia, territorio que también
fue declarado como reserva de la biosfera. En el caso del paisaje
cultura cafetero veremos que primará más: si la minería o la renta
turística.
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