miércoles, 20 de julio de 2011

Me dí a la tarea de consultar a cuatro expertos: un planificador, un caficultor y dos académicos-investigadores sobre el anuncio de la UNESCO. El auténtico paisaje cafetero fue destruido para dar paso a un paisaje de artimaña. Estas son sus apreciaciones que, por supuesto, comparto íntegramente.

Mientras que las elites gubernamentales, políticas, gremiales y mediáticas celebraban el anuncio de la UNESCO, tras declaratoria del denominado paisaje cultura cafetero, un territorio que abarca más de cuarenta municipios en tres departamentos y dos subregiones del Valle del Cauca y Antioquia, al unísono la reacción entre ambientalistas, académicos, investigadores y pequeños caficultores corrió por cuenta de preguntas, preocupaciones, y un tácito rechazo. El hecho sirvió para refrescar la memoria e ir directo al grano: el “paisaje” del que hoy se habla es como un mantel que cubre la degradación ambiental, la miseria, la violencia y el despojo, según sostiene César Bautista, experto en planificación regional.

“No debemos olvidar que en este territorio la colonización fue a sangre y fuego. Esto se ha construido con un costo social inmenso”, admite Bautista quien advierte que esta declaratoria tiene un tinte excluyente y distorsionador, porque no solo pondera a priori el papel de los hacendados cafeteros, quienes amparados en las políticas productivas impulsadas por la Federación Nacional de Cafeteros, son los responsables de la destrucción de los ecosistemas, sino que pone una venda en los ojos a propios y extraños. Esos mismos cafeteros que hoy sacan pecho son los autores materiales e intelectuales de una larga cadena de crímenes ecológicos en función de la utilidad económica, la misma que hoy quieren usufructuar a la sazón del gobierno y Naciones Unidas, paradójicamente.

Para el profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Ambientales de la Universidad Tecnológica, John Jairo Ocampo, la determinación puede resultar contraproducente para pequeños campesinos y caficultores, recordando que este proyecto en sus últimas fases fue paulatinamente acaparado por la Federación de Cafeteros, en una clara señal de exclusión institucional. En esa perspectiva, según el docente, esta declaratoria avivará nuevos riesgos de desplazamiento, mediante la influencia de proyectos financiados con recursos del Banco Mundial y BID, como se ha observado en otros países. “Esos recursos no llegaran a los campesinos. Se quedarán en manos de intermediarios y oportunistas”, admite Ocampo.

Sus observaciones van más allá de advertir sobre las potenciales amenazas que se puedan derivar de la declaratoria y se pregunta: “¿Patrimonio para quién…para cuál humanidad…cuánta de esa humanidad podrán venir a esta parte de Colombia”? e insiste que debemos ir más allá de la euforia momentánea, y enfocarnos en cuáles pueden ser los impactos de aquí en adelante en una región donde los “los campesinos han sido excluidos tradicionalmente para impulsar negocios que les beneficien. Ahora, es posible, que quedemos a merced de oportunistas”. Ocampo no descarta –como yo- que se genere una nueva oleada de desplazamientos por cuenta de inversionistas nacionales y extranjeros ávidos de atrapar el mercado turístico, arruinando a los pequeños operadores. En los últimos años, la Fiscalía General de la Nación ha venido adelantado una serie de investigaciones sobre lavado de activos alrededor de este negocio, y son varias las propiedades a las que el gobierno les ha declarado la extinción de dominio.

En medio del debate que se avecina, siendo una de las mejores cosas que puedan suceder, es que si bien se anticipa un boom mercantilista, bajo la supuesta “generación de empleo” (diversas investigaciones están demostrando que el turismo no ha generado los empleos proyectados en el papel) es que la determinación de la UNESCO cubre un departamento, como el Quindío, el cual ha sido declarado – en más de un 60 % - como territorio minero, y todos sabemos que los mega proyectos mineros, y en particular la minería a cielo abierto es depredadora por excelencia. Sin embargo el capital trasnacional, aupada a la legislación minera, ha puesto sus ojos en el subsuelo del Archipiélago de San Andrés y Providencia, territorio que también fue declarado como reserva de la biosfera. En el caso del paisaje cultura cafetero veremos que primará más: si la minería o la renta turística.

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