El Mediterráneo Occidental aloja a ecosistemas únicos, cuya
biodiversidad es producto de la intervención humana. El alcornocal, no se puede
entender sin los hombres y las mujeres del campo. Ni ellos sin su entorno. Tras
cada tapón de cada botella de vino, no sólo está el imaginario hueco que dejó en
la piel del árbol. Están las manos, los brazos, los cuerpos de los hombres que
lo desnudaron. Y sus hijos, sus mujeres, sus casas, sus pueblos…su entorno, que
fusiona la diversidad natural y cultural en un todo.
Los hombres sacan el corcho durante dos o tres meses al año:
desde junio a septiembre. El resto del año cavan sus tierras y huertos
africanos, se dedican a las múltiples tareas forestales que tienen lugar en las
sierras andaluzas; trabajan de albañiles y camareros en las ciudades o se
emplean de temporeros en las vegas…hasta volver a ser hombres del corcho.
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