Los golpistas tradicionales, aunque con frecuencia azuzados desde el
exterior, son locales y se les conoce o pueden ser identificados. Frente
a ellos es posible adoptar medidas preventivas y correctoras, por bien
urdidas que estén sus acciones.
El “mercado” en cambio, es un poder sin rostro. Es fruto de una gran
cesión de atribuciones –no sólo económicas- en procesos de privatización
que tan ponderados han sido por los voceros y beneficiarios de la
globalización como el remedio de todos los males y han resultado ser,
cuando se han excedido en magnitud y competencias, males de muy difícil
remedio. Poder sin rostro y sin arraigo, tentacular, que representa al
“gran dominio” (financiero, militar, energético y mediático), que acosa a
la democracia e impide una política social, con maniobras especulativas
inadmisibles, sin la pretendida regulación y desaparición de paraísos
fiscales, marginando a las Naciones Unidos (grupos plutocráticos G8, …
G20, con la Organización Mundial del Comercio situada directamente fuera
del ámbito de la ONU) y actuando con total impunidad en el espacio
supranacional (tráficos de toda índole, mafias, pabellones “ficticios”
en barcos mercantes, deterioro medioambiental descontrolado… ).
En resumen: Estados débiles y “mercados” fuertes.
Si no se acomete resueltamente una refundación del Sistema de las
Naciones Unidas, dotándole de la representatividad y autoridad que es
ahora más necesaria que nunca; si no se realizan en la Unión Europea
rápidas acciones de emancipación y tienen lugar los “esfuerzos
creadores” a los que aludía Robert Schumann en 1950; si no se procede
con prontitud y eficacia a propiciar Estados fuertes y asociaciones
regionales compactas y solidarias… la deriva del mundo será imparable.
Y es que no se pueden sustituir impunemente los valores de justicia
social por el interés mercantil; no se puede gobernar eficazmente desde
la dependencia y sumisión frente a la insaciable voracidad de los
“mercados”.
Que nadie se engañe: mientras no se enderecen radicalmente las
tendencias actuales a escala planetaria, las promesas de crear empleo y
propiciar bienestar a los ciudadanos hoy tan atribulados serán pura
demagogia para encaramarse en el poder… y, al día siguiente, seguir
sometidos a los “golpes de mercado”.
Crear empleo, ¿cómo? ¿Ajustando todavía más –como pide de nuevo la
Unión Europea a Grecia, al borde de la quiebra y de la revolución?
¿Recortando también más el empleo público y las grandes obras de
infraestructura? ¿Privatizando todavía en mayor grado las últimas
empresas estatales devenidas económicamente eficientes? ¿Vendiendo
incluso –en África, en el Egeo- territorio?
O los Estados reaccionan de una vez y ponen orden y plazos en lo que
haya que cambiar; eliminan el lavado de dinero; ponen en marcha sus
propias agencias de calificación y observatorios a escala regional;
confieren autoridad moral y fuerza real al Sistema de las Naciones
Unidas… o los Estados irán sucumbiendo a los “golpes de mercado”, de los
que nos advierte lúcidamente el Presidente Leonel Fernández.
De federico Mayor Zaragoza
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