El oro es fuente de riqueza y de conflictos en Perú. El mayor
proyecto minero actual, llamado Conga, con una inversión de 4.800
millones de dólares (3.909 millones de euros) del gigante estadounidense
Newmont Mining Co., ha desatado una guerra en la región de Cajamarca
por la férrea oposición de grupos ambientalistas y comunidades
indígenas. Pero el aumento del precio del oro (de 220 a 1.303 euros la
onza en la última década) alimenta a escala menor una fiebre del oro,
que tiene su principal exponente en la minería ilegal o informal en
regiones como Madre Dios (Amazonia peruana), con un tremendo impacto ambiental y social.
La canoa cruza el río Inambari desde la localidad de Mazuko. Al otro lado, espera una camioneta 4x4, que inicia un trayecto por una pista infernal. Lo que un día fue selva hoy es un territorio desordenado y contaminado de cerros pelados. Una hora después, llegamos a Huepetuhe, localidad sin ley de 8.000 habitantes, que parece salida del lejano Oeste de las películas. “Es el peor pueblo que existe”, dice sin titubear Mario Llana, médico gerente del centro de salud. Los carteles publicitarios dicen: “Huepetuhe, capital peruana del oro”.
Desde el aire, en medio de la espesura verde de la selva sobresalen inmensos agujeros de color tierra-cobre. Son gigantescas huellas de la depredación humana, que empezó a finales del siglo XIX con el boom del caucho, siguió con la tala de árboles y prosigue ahora con los buscadores de oro. La escena tétrica se repite en las selvas de Perú, Bolivia, Brasil, Venezuela, Colombia y Ecuador.
La minería ilegal o informal ha devastado decenas de miles de hectáreas y ha cambiado el paisaje de Madre de Dios, advierte Dolores Cortés, de la Organización Internacional de Migraciones (OIM). Esta es la cuarta región más extensa de Perú, con la menor densidad de población (1,3 habitantes por kilómetro cuadrado) y el 54% del territorio protegido. Aquí viven cinco grupos indígenas y 32 comunidades nativas, algunas no contactadas. Más en : http://internacional.elpais.com/internacional/2012/07/21/actualidad/1342893208_268998.html
La canoa cruza el río Inambari desde la localidad de Mazuko. Al otro lado, espera una camioneta 4x4, que inicia un trayecto por una pista infernal. Lo que un día fue selva hoy es un territorio desordenado y contaminado de cerros pelados. Una hora después, llegamos a Huepetuhe, localidad sin ley de 8.000 habitantes, que parece salida del lejano Oeste de las películas. “Es el peor pueblo que existe”, dice sin titubear Mario Llana, médico gerente del centro de salud. Los carteles publicitarios dicen: “Huepetuhe, capital peruana del oro”.
Desde el aire, en medio de la espesura verde de la selva sobresalen inmensos agujeros de color tierra-cobre. Son gigantescas huellas de la depredación humana, que empezó a finales del siglo XIX con el boom del caucho, siguió con la tala de árboles y prosigue ahora con los buscadores de oro. La escena tétrica se repite en las selvas de Perú, Bolivia, Brasil, Venezuela, Colombia y Ecuador.
La minería ilegal o informal ha devastado decenas de miles de hectáreas y ha cambiado el paisaje de Madre de Dios, advierte Dolores Cortés, de la Organización Internacional de Migraciones (OIM). Esta es la cuarta región más extensa de Perú, con la menor densidad de población (1,3 habitantes por kilómetro cuadrado) y el 54% del territorio protegido. Aquí viven cinco grupos indígenas y 32 comunidades nativas, algunas no contactadas. Más en : http://internacional.elpais.com/internacional/2012/07/21/actualidad/1342893208_268998.html
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